CAPÍTULO III

Publicado por Isa* , lunes, 5 de abril de 2010 0:59

 Dicen que cuando una persona siente un profundo dolor, su atención se nubla y su mente deja de darle importancia a lo demás. Agradezco que a mí no me haya sucedido. No aún, al menos. Justo al llegar aquel extraño día a casa, decidí que no era esa la vida que quería para mí. No quería tristeza ni añoranza. Tampoco soledad ni desesperación. Y aún menos lo deseaba para Parker. Él era todo lo que me quedaba.

 Sabía que mi madre había deseado siempre vivir en un pequeño pueblo del estado de Washington llamado Lake Bosworth. Había ido una vez para descansar en vacaciones cuando aún era soltera. Se enamoró perdidamente del lago y de una casita  en una de sus orillas. Cuando era pequeña solía contarme cuentos sobre los fantásticos habitantes del lago que podían ser vistos desde la superficie las noches de luna llena. Todos sus colores se volvía plateados y brillaban. Siempre que pienso en ella la veo en ese lugar. 

Al despertar la mañana siguiente, me abrumó, como cada mañana el tener que hacerme cargo de Parker, no porque el pequeñín me suponiera una carga, sino porque yo no era madre. No era su madre. Tenía miedo por él, por su pequeña vida, difícil desde siempre. Quería que fuera un niño feliz, que tuviera una vida tranquila, normal, y que fuera a la universidad. Y gracias a ese pensamiento se me ocurrió que un lugar tan grande como Nueva York no era el mejor lugar para nosotros. Nuestros colegios estaban lejos, no pasábamos demasiado tiempo juntos... Una bombilla se encendió en mi cabeza y dos palabras replandecieron en mi mente: Lake Bosworth. El lugar perfecto. Pero en mi cabeza existían ya otras prioridades y eran principalmente todas relacionadas con una pelusilla rubia.

Aquella mañana se me hizo incluso un poco más fácil. Además algo pasó que hizo que el día no fuera otro cualquiera, pero no del todo para bien.

Al salir de la parada del metro sumida en mis pensamientos y escuchando a Bob Marley por los auriculares de mi Ipod, vi que Rick estaba apoyado en la parte superior de las escaleras. Ni siquiera sabía que supiera utilizar el metro, tenia chófer particular desde que iba al jardín de infancia, según decían. Pero no. No lo había utilizado. Me estaba esperando. 
  - Buenos días- dijo cuando pasaba a su lado, esbozando una sonrisa insinuante y arrebatadora, que dejaba bastante claras ciertas cosas.
  - Hola- Fui seca y apenas le eché una mirada de soslayo mientras seguía mi camino. Algo me decía que el comportamiento del día enterior iba a cambiar notablemente.
  - Vaya, no tienes una buena mañana...
  - Estoy bien, gracias- mi tono seguía siendo distante.
El camino hasta el instituto estuvo repleto de preguntas triviales por su parte y respuestas insulsas por la mía. Cuando íbamos a entrar por la puerta me agarró del codo ligeramente, ya que yo iba un poco por delante y me acercó un poco a él.
  - Siempre he pensado que eras una chica muy atractiva y ese rollito huraño que llevas, me mola.- Se acercó un poco, cuando lo intentó de nuevo con lo ojos entrecerrados se encontró con un vacío y un destello dorado le rozó la cara. 

 Dos segundos después yo ya no estaba allí. Un movimiento rápido. Me di la vuelta súbitamente y fui completamente consciente de que mi pelo golpeó sus bien definidas facciones. Más de algún chaval había contemplado la escena divertido. Era bueno para el ego saber de primera mano que el donjuan del instituto había sido rechazado y poder regodearse contándolo a los cuatro vientos, y como si hubiera leído los pensamientos que todos los presentes masculinos compartían, Rick entró en el edificio furioso y con el orgullo herido. No, definitivamente aquello no iba a quedar así. Obtendría lo que buscaba de Nea.
 


 

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Publicado por Isa* , domingo, 4 de abril de 2010 23:17

Quiero pediros perdón a todos aquellos que en algún momento se os ocurrió seguir la historia de Nea, que se quedaron tirados porque yo dejé de escribir. Así que aquí estoy de nuevo, para vosotros. Gracias. : )