CAPÍTULO VI

Publicado por Isa* , miércoles, 30 de junio de 2010 13:56

Cuando salió de la consulta, apenas se paró a pensar en lo que iba hacer a continuación. Cogió su móvil y marcó el número del asistente social que se encargaba mensualmente de redactar el informe sobre Nea y Parker. 


-Mark, soy Nea. Tengo que hablar contigo. Lo más pronto posible... No, no ha ningún problema, solo quiero comentarte algo ... - Un breve silencio. - Sí, podría ser... No, hoy estoy, digamos, exenta de las clases... De acuerdo, allí nos veremos.- Y le dio al botón rojo de su móvil Nokia 5800.


Veinte minutos más tarde Nea se encontraba en el metro de camino a Brooklyn, había quedado con Mark en un café cerca del Sunset Park. Cuando llegó, él ya estaba allí. Estaba de espaldas a la cristalera sentado en un sofá de cuero negro.


-Te veo bien, Mark.- Dijo Nea, con, lo que se debía suponer, una sonrisa. Hacía mucho tiempo que no sonreía por nada.
-Oh, hola, ya estás aquí.
-Eso parece. A ver, voy a ser clara y concisa: Parker y yo nos mudamos. Nos vamos de Nueva York.
-¿Qué?¿A dónde?¿Cuándo?. Nea, párate a pensar en lo que haces.
-Gracias por tus recomendaciones, pero únicamente te informaba de un hecho. Muchas cosas estás ya solucionadas- eso era algo técnicamente incierto-. Lake Bosworth, Estado de Washington. En dos semanas. Y no te preocupes, te van a salir arrugas en la frente.
-Pero el instituto, el colegio de Parker, ¿es secundario?. 
-Una de las cosas por las que he venido es para pedirte que te encargues del traslado de la matricula escolar de Parker al colegio Abraham Lincoln de Lake Bosworth. Yo me ocuparé de la mía, así agilizaremos los procesos. ¿Qué me dices?
-De acuerdo, lo haré.
-Gracias, Mark.- Se levantó, le dio un beso en la mejilla y salió del café con su bolso negro de cuero de infinidad de bolsillos colgando de su hombro descubierto. El vestido de satén blanco en palabra de honor por encima de la rodilla le incomodaba, y más después de lo sucedido, pero hacía demasiado calor para vaqueros. Se alejaba de allí mientras que Mark fruncía y desfruncía el ceño mientras acariciaba su, aún firme, frente.


Como siempre, en el metro, escuchando su Ipod, hacía planes, organizaba su vida. Sonaba una canción un tanto melancólica, "If It's love" de Train. Le encantaba, no la ponía triste, le daba esperanza, le hacía pensar en positivo. No tardó en decidir que iría a pasar el fin de semana a Lake Bosworth para conocer el lugar, buscar casa... En definitiva, tantear el terreno. Además, era una buena oportunidad. Parker no estaría en casa ese fin de semana, era el cumpleaños de Jimmy, su mejor amigo y vecino de arriba; se quedaría desde ese mismo día con ellos. Cuando llegó a casa preparó una mochila con todo lo necesario y subió a hablar con Mary Grace para confirmar que no había ningún problema. Después se ofreció a ir a recoger a los chicos del colegio. Esa noche cogería un autobús y llegaría a primeras horas de la mañana. Le dijo a Parker que ella tampoco estaría en casa ese fin de semana, que se iba a casa de una amiga para terminar un trabajo. No era del todo mentira, pero no se podía permitir asustar a Parker con mudanzas aún. Antes de dirigirse a la estación se desvió de su camino para pasarse por el instituto y recoger su exediente para presentarlo en la oficina del que pretendía que fuese su nuevo centro. Afortunadamente el director no se había ido aún y no había rastro de la presencia de alumno alguno por los pasillos.


-Buenas tardes, Mr. Whentom.
-Atenea - dijo sorprendido.
-Nea - Corrigió. Hubo un momento de silencio tenso, cuando ambos escrutaban al de enfrente. - No voy robarle mucho tiempo. Solo necesito mi expediente. Cambio de centro.
-Pero, ¿acaso ha habido algún problema?
-Sólo me mudo. La ciudad se me queda grande para vivir sola con mi hermano.


La conversación prosiguió brevemente con advertencias sobre la importancia de ciertos impresos y una breve despedida deseándole suerte.


Se dirigió a la estación de autobuses sin pensárselo dos veces. Cogió primero el metro y recorrió a pie el trecho que separaba ambas estaciones. A medida que avanzaba iba perdiendo confianza en lo que hacía, pero en ningún caso se echaría atrás. Compró un billete para un autobús que salía a las diez y media; cuando llegara a Seattle, a eso de las cinco, cogería otro a Everett y allí el último a las siete. Llegada estimada: las ocho y media.
En la estación se sentó a leer: La elegancia del erizo. El autobús salió a su hora, sin complicación alguna y Nea sentada en el asiento con las piernas cruzadas bajo ella, admiraba el paisaje nocturno mientras la música de su Ipod inundaba sus oídos. Últimamente se había convertido en su mejor amigo. La música llenaba parte del agujero de sus entrañas y desde que tuvo que dejar su pasión, el piano, tenía que buscar un sustituto, aunque nada podría igualar aquella sensación que tanto añoraba, que se fue junto a sus padres. Y sólo aquel que la viera allí sentada sin el más mínimo interés por lo que la rodeaba, observaría la tristeza que reflejaba. Casi sin quererlo. No hacían falta sus lágrimas. Sus ojos. Únicamente eso. Eran fríos y gritaban en silencio buscando la chispa que una vez estuvo allí. Alzando la vista hacia el cielo estrellado, Nea pensaba. Que se encontraba sola. Que no quería estarlo pero, no se encontraba con fuerzas ni preparada para acercarse a nadie. Con estas ideas rondando la cabeza y con Alejandro Sanz susurrando en sus oídos, elsueño se posó sobre sus pestañas. Dime por favor tu nombre... 

EEEE!

Publicado por Isa* 13:40

Hola chicos! Para los poquitos que me seguís: 


Quiero que sepáis que no he abandonado, ni mucho menos! Voy más adelantada de lo que está publicado, pero es lo que tiene escribir en papel, no? :) Estos tres merecidos meses de vacaciones, los aprovecharé, como buena estudiante, después de todo un curso compaginando más y más actividades! 


Gracias, de verdad.


<3 isa


Pd: Ya está aquí Eclipse! xD 

CAPÍTULO v

Publicado por Isa* , domingo, 23 de mayo de 2010 21:47

Nea estaba en el baño aún. De repente se quedó muy quieta y se abrazó el cuerpo. Como si la realidad la hubiera golpeado por sorpresa. Quería llorar. Y lloró. Quería abrazar a su madre, para que la protegiera, para que la ayudara. Y no pudo. No sabía que debía hacer. Por supuesto no le pareció buena idea denunciar al hijo de un senador. Para qué. Pero no podía volver. 


Salió del cuarto de baño calmada y serena. Parker seguía donde estaba. 

- ¡A los deberes pelusa! - Le dijo sonriendo.
- Joo... Pero sólo si los haces conmigo, que si no es muy aburrido.

Nea tenía la costumbre de ayudar a su hermano con los deberes cuando no tenía mucho que estudiar. Se divertían, se reían, se olvidaban durante un rato de las cosas desagradables. Cuando hubieron terminado, Parker se fue a prepararse para dormir mientras Nea recogía la cocina. Fue en ese momento cuando se le ocurrió. Quizás lo de mudarse, mudarse lejos, no fuera una idea a desechar. Un sitio tranquilo, nuevo donde empezar. Empezar de verdad. Con amigos y gente a su alrededor, no únicamente vacío. 


A la mañana siguiente Nea no fue a clase, tal y como había planeado. Fue al médico, no quería ningún problema. La doctora Hendersson, una mujer alta, morena e imponente se sentó delante suya y la miró con ojos inquisidores. Nea le contó lo ocurrido sin inmutarse, mirándola a los ojos y concluyendo el porqué de no denunciarle. La doctora no respondió, se limitó a examinarla y después de certificar que todo estaba en condiciones la miró y le dijo:


- El problema que hay hoy, es que las personas como él están inmunes porque los afectados, en este caso tú, no afronta ni aceptan que tienen que luchar por sí mismos. Se limitan a olvidarlo y a hacer como si no hubiera pasado.
- No tengo más pruebas que las que en mi cuerpo han quedado y no estoy en posición de denunciarle, tanto por quién es como por mí, por mi hermano y por el hecho de que estoy sola, sola con Parker, y quiero que siga siendo así, soy la única persona que tiene. Sólo he venido para comprobar que todo está en orden. Ahora por favor, sea tan amable de notificar al director del instituto que estaré ausente durante unos días. Y gracias, doctora, sé que todo lo dice por mí, pero estaré bien.
- Eres fuerte, Nea, pero no permitas que nada así te vuelva a pasar.
- Adiós Jenna.
- Buenos días, Nea.

CAPÍTULO IV

Publicado por Isa* , sábado, 8 de mayo de 2010 23:57

   - Nea Samaras.
   - Presente.


Así comenzó el día, no como otro cualquiera. Nea estaba nerviosa. No sabía como había reaccionado Rick pero aún así no era aquello lo más importante. Estaba dolida por su forma de actuar hacia ella. Todo era únicamente cuestión de aprovecharse de la situación. El muy cerdo solo buscaba lo que todos, pero había tenido la cara de hacérselo saber al segundo día. Otro más del montón, pero con el ego muy crecido y el orgullo del tamaño de un elefante. Nea quería seguir pasando desapercibida como hasta ahora, debía centrarse en su hermano y en los estudios, no en Rick, el niño de soy-popular-y-tengo-lo-que-quiero. Le parecía patético.


   -Señorita Samaras, por favor, ¿podría resolver el ejercicio?


El profesor de matemáticas, un hombre mayor de pelo cano y una sonrisa afable, el señor Johnson, la miraba interrogante. Nea concluyó el problema sin complicaciones y cuando volvió a su sitio regresó a sus cavilaciones. 


El día pasó y Nea no tuvo noticias de Rick. No acudió a la clase de español a último hora ni tampoco había estado en atletismo después de comer. Nea no sabía muy bien que pensar. Al salir del instituto decidió coger un atajo que había encontrado unos días atrás que le hacía ahorrar unos cinco minutos del trayecto hasta la parada del metro. Se colocó los cascos del Ipod y puso una de sus canciones favoritas, It Ends Tonight, de The All-American Rejects. A ritmo constante y con sus gráciles movimientos Nea giró a la derecha por un callejón un poco oscuro aunque no del todo vacío de transeúntes. 


De repente notó como una mano férrea la agarraba del brazo y tiraba de ella hacia la oscuridad. No le dio tiempo a reaccionar. Cuando se quiso dar cuenta, estaba inmovilizada contra la pared y la cara de Rick estaba a muy pocos centímetros de la suya.


   -No vas a ser la chica que me diga que no, Nea, tenlo claro.
   -Rick me estás haciendo daño. - Comenzaba hiperventilar.
   -Cállate.
   -Suéltame.


A partir de entonces Rick no volvió a mediar palabra. Su mano fue a parar debajo del vestido de Nea mientras que con la otra tapaba su boca para evitar que chillara. Y todo aquello fue a más. Aquello que Nea no se podía creer. Se revolvía intentando evitar por todos los medio que no pasara, que todo fuera una pesadilla, pero sus ojos estaban nublados por las lágrimas y los gritos se ahogaban en su garganta. Era real y le estaba pasando. Cuando acabó Rick se separó de ella y le dio un tortazo. Después se alejó de allí, dejándola sola entre las sombras. En ese momento Nea recordó que Parker la estaría esperando. Se puso en pie como pudo, se recompuso la ropa, recogió sus pertenencias del suelo y se dirigió a lo parada. Entró y justo cuando llegaba al andén, el tren aparecía por el estrecho túnel. Se subió e intentó pensar en otra cosa. Su aspecto en el reflejo de los cristales no era del todo horrible. Sólo se notaban en sus mejillas los rosados surcos de las lágrimas. Bajó la cabeza y se frotó los ojos, esperando así, hacer desaparecer los restos más evidentes de lo sucedido. Por nada del mundo quería que Parker fuera partícipe de aquel horror. Nea no sabía qué iba a hacer. Sólo sabía que no iría al colegio al día siguiente. 


Parker se dio cuenta de que algo andaba mal con Nea pero cuando le preguntó, ella respondió que había tenido un día horrible y le dolía muchísimo la cabeza. No era del todo mentira, sus sienes iban a explotar, pero, aún así el pequeño no se quedó muy convencido. Al llegar a casa, Nea intentó hacer parecer que todo iba como siempre. Echó un vistazo al correo y le preparó algo de comer a Parker. Mientras comía embobado con los dibujos animados, ella entró en el cuarto de baño, se quitó la ropa y se sorprendió al ver su torso desnudo. A la altura de las caderas había arañazos y en la parte baja de la espalda un gran moretón. Pensó que sería por la pared sobre la que había estado apoyada cuando todo ocurrió. Se sentía absorta y fuera de sí. No se encontraba a sí misma. Se dio un largo baño intentando asimilar lo ocurrido. Pensó en que no había manera más horrible de perder la virginidad. A los 16. Ella siempre había soñado con encontrar a alguien. Una persona que la hiciera sentir especial.


Y aquello no era ni por asomo lo que había imaginado.

CAPÍTULO III

Publicado por Isa* , lunes, 5 de abril de 2010 0:59

 Dicen que cuando una persona siente un profundo dolor, su atención se nubla y su mente deja de darle importancia a lo demás. Agradezco que a mí no me haya sucedido. No aún, al menos. Justo al llegar aquel extraño día a casa, decidí que no era esa la vida que quería para mí. No quería tristeza ni añoranza. Tampoco soledad ni desesperación. Y aún menos lo deseaba para Parker. Él era todo lo que me quedaba.

 Sabía que mi madre había deseado siempre vivir en un pequeño pueblo del estado de Washington llamado Lake Bosworth. Había ido una vez para descansar en vacaciones cuando aún era soltera. Se enamoró perdidamente del lago y de una casita  en una de sus orillas. Cuando era pequeña solía contarme cuentos sobre los fantásticos habitantes del lago que podían ser vistos desde la superficie las noches de luna llena. Todos sus colores se volvía plateados y brillaban. Siempre que pienso en ella la veo en ese lugar. 

Al despertar la mañana siguiente, me abrumó, como cada mañana el tener que hacerme cargo de Parker, no porque el pequeñín me suponiera una carga, sino porque yo no era madre. No era su madre. Tenía miedo por él, por su pequeña vida, difícil desde siempre. Quería que fuera un niño feliz, que tuviera una vida tranquila, normal, y que fuera a la universidad. Y gracias a ese pensamiento se me ocurrió que un lugar tan grande como Nueva York no era el mejor lugar para nosotros. Nuestros colegios estaban lejos, no pasábamos demasiado tiempo juntos... Una bombilla se encendió en mi cabeza y dos palabras replandecieron en mi mente: Lake Bosworth. El lugar perfecto. Pero en mi cabeza existían ya otras prioridades y eran principalmente todas relacionadas con una pelusilla rubia.

Aquella mañana se me hizo incluso un poco más fácil. Además algo pasó que hizo que el día no fuera otro cualquiera, pero no del todo para bien.

Al salir de la parada del metro sumida en mis pensamientos y escuchando a Bob Marley por los auriculares de mi Ipod, vi que Rick estaba apoyado en la parte superior de las escaleras. Ni siquiera sabía que supiera utilizar el metro, tenia chófer particular desde que iba al jardín de infancia, según decían. Pero no. No lo había utilizado. Me estaba esperando. 
  - Buenos días- dijo cuando pasaba a su lado, esbozando una sonrisa insinuante y arrebatadora, que dejaba bastante claras ciertas cosas.
  - Hola- Fui seca y apenas le eché una mirada de soslayo mientras seguía mi camino. Algo me decía que el comportamiento del día enterior iba a cambiar notablemente.
  - Vaya, no tienes una buena mañana...
  - Estoy bien, gracias- mi tono seguía siendo distante.
El camino hasta el instituto estuvo repleto de preguntas triviales por su parte y respuestas insulsas por la mía. Cuando íbamos a entrar por la puerta me agarró del codo ligeramente, ya que yo iba un poco por delante y me acercó un poco a él.
  - Siempre he pensado que eras una chica muy atractiva y ese rollito huraño que llevas, me mola.- Se acercó un poco, cuando lo intentó de nuevo con lo ojos entrecerrados se encontró con un vacío y un destello dorado le rozó la cara. 

 Dos segundos después yo ya no estaba allí. Un movimiento rápido. Me di la vuelta súbitamente y fui completamente consciente de que mi pelo golpeó sus bien definidas facciones. Más de algún chaval había contemplado la escena divertido. Era bueno para el ego saber de primera mano que el donjuan del instituto había sido rechazado y poder regodearse contándolo a los cuatro vientos, y como si hubiera leído los pensamientos que todos los presentes masculinos compartían, Rick entró en el edificio furioso y con el orgullo herido. No, definitivamente aquello no iba a quedar así. Obtendría lo que buscaba de Nea.
 


 

SIGO AQUÍ!!

Publicado por Isa* , domingo, 4 de abril de 2010 23:17

Quiero pediros perdón a todos aquellos que en algún momento se os ocurrió seguir la historia de Nea, que se quedaron tirados porque yo dejé de escribir. Así que aquí estoy de nuevo, para vosotros. Gracias. : )

CAPÍTULO II

Publicado por Isa* , viernes, 18 de diciembre de 2009 15:55

Mientras Parker esperaba que las clases empezaran en el Wallace Primary School, a diez minutos de casa, Hoboken, Nueva Yersey, yo estaba bajándome del metro en Broad Street, al otro lado del Hudson. Había tanta gente que era incapaz de fijarme en nadie. Sólo otras personas, otras vidas, otros problemas. 

Tardé diez minutos en llegar. Apenas había acabado de recoger los libros de la taquilla cuando sonó el timbre. Biología a primera hora. Podría ser peor. Stela, la profesora no había llegado aún. Mi asiento en última fila seguía vacío. El aula se llenó en apenas unos minutos y la clase empezó. 
Intenté concentrame en la clase. Células, células y complicados detalles. Ideal para dejar de lado todo lo demás. Volví a escuchar el timbre y me levanté para ir a clase de Español. Tenía los libros en la mochila y me paré de camino a clase en el ventanal del pasillo. El sol de la mañana se reflejaba en mi melena rubia. Tenía ya el pelo muy largo desde la última vez que me lo corté. Y volviendo al pasado me distraí con la mirada perdida en los rascacielos de la Gran Manzana. Noté una mano en mi hombro y me dí la vuelta bruscamente. He de reconocer que durante el último curso mis relaciones sociales se habían, digamos, debilitado notablemente. En los cambios, estaba sola, en el recreo, más de lo mismo y a la hora de la comida salía del instituto. Mis compañeros dejaron de intentar acercarse a mí y por tanto el contacto me resultó extraño. Y más extraño aún fue encontar a Rick Stanford hablándome.

  - Nea, es hora de ir a clase. -Me dijo con una sonrisa. Solo me quedé allí quieta, mirándolo. Y entonces titubeé:
  - Eh... 
  - Vamos.
  - De acuerdo... -Mi mirada extrañada no desapereció en todo el camino que recorrimos juntos. Cuando llegamos se sentó a mi lado.
  - ¿No piensas decir nada? -Me preguntó, como si esperara algo.
  - ¿Qué? No sé, pero verás, por si no te habías fijado, llevo un año sin acercarme demasiado a la gente.
  - Pero ya está. No puedes seguir así.
  - Rick, ni si quiera antes eramos amigos.
  - Bueno, yo...
Se hizo el silencio y el profesor empezó a hablar.

La mañana discurrió de esa manera. Rick me hablaba, me contaba cosas y cada vez me iba dando cuenta de que podía escucharle sin morir en el intento. Me habló del equipo de sus amigos e incluso me hizo sonreir. Fue de lo más extraño y me fui con una sensación que no recordaba y a la que no conseguí ponerle nombre.