CAPÍTULO v

Publicado por Isa* , domingo, 23 de mayo de 2010 21:47

Nea estaba en el baño aún. De repente se quedó muy quieta y se abrazó el cuerpo. Como si la realidad la hubiera golpeado por sorpresa. Quería llorar. Y lloró. Quería abrazar a su madre, para que la protegiera, para que la ayudara. Y no pudo. No sabía que debía hacer. Por supuesto no le pareció buena idea denunciar al hijo de un senador. Para qué. Pero no podía volver. 


Salió del cuarto de baño calmada y serena. Parker seguía donde estaba. 

- ¡A los deberes pelusa! - Le dijo sonriendo.
- Joo... Pero sólo si los haces conmigo, que si no es muy aburrido.

Nea tenía la costumbre de ayudar a su hermano con los deberes cuando no tenía mucho que estudiar. Se divertían, se reían, se olvidaban durante un rato de las cosas desagradables. Cuando hubieron terminado, Parker se fue a prepararse para dormir mientras Nea recogía la cocina. Fue en ese momento cuando se le ocurrió. Quizás lo de mudarse, mudarse lejos, no fuera una idea a desechar. Un sitio tranquilo, nuevo donde empezar. Empezar de verdad. Con amigos y gente a su alrededor, no únicamente vacío. 


A la mañana siguiente Nea no fue a clase, tal y como había planeado. Fue al médico, no quería ningún problema. La doctora Hendersson, una mujer alta, morena e imponente se sentó delante suya y la miró con ojos inquisidores. Nea le contó lo ocurrido sin inmutarse, mirándola a los ojos y concluyendo el porqué de no denunciarle. La doctora no respondió, se limitó a examinarla y después de certificar que todo estaba en condiciones la miró y le dijo:


- El problema que hay hoy, es que las personas como él están inmunes porque los afectados, en este caso tú, no afronta ni aceptan que tienen que luchar por sí mismos. Se limitan a olvidarlo y a hacer como si no hubiera pasado.
- No tengo más pruebas que las que en mi cuerpo han quedado y no estoy en posición de denunciarle, tanto por quién es como por mí, por mi hermano y por el hecho de que estoy sola, sola con Parker, y quiero que siga siendo así, soy la única persona que tiene. Sólo he venido para comprobar que todo está en orden. Ahora por favor, sea tan amable de notificar al director del instituto que estaré ausente durante unos días. Y gracias, doctora, sé que todo lo dice por mí, pero estaré bien.
- Eres fuerte, Nea, pero no permitas que nada así te vuelva a pasar.
- Adiós Jenna.
- Buenos días, Nea.

CAPÍTULO IV

Publicado por Isa* , sábado, 8 de mayo de 2010 23:57

   - Nea Samaras.
   - Presente.


Así comenzó el día, no como otro cualquiera. Nea estaba nerviosa. No sabía como había reaccionado Rick pero aún así no era aquello lo más importante. Estaba dolida por su forma de actuar hacia ella. Todo era únicamente cuestión de aprovecharse de la situación. El muy cerdo solo buscaba lo que todos, pero había tenido la cara de hacérselo saber al segundo día. Otro más del montón, pero con el ego muy crecido y el orgullo del tamaño de un elefante. Nea quería seguir pasando desapercibida como hasta ahora, debía centrarse en su hermano y en los estudios, no en Rick, el niño de soy-popular-y-tengo-lo-que-quiero. Le parecía patético.


   -Señorita Samaras, por favor, ¿podría resolver el ejercicio?


El profesor de matemáticas, un hombre mayor de pelo cano y una sonrisa afable, el señor Johnson, la miraba interrogante. Nea concluyó el problema sin complicaciones y cuando volvió a su sitio regresó a sus cavilaciones. 


El día pasó y Nea no tuvo noticias de Rick. No acudió a la clase de español a último hora ni tampoco había estado en atletismo después de comer. Nea no sabía muy bien que pensar. Al salir del instituto decidió coger un atajo que había encontrado unos días atrás que le hacía ahorrar unos cinco minutos del trayecto hasta la parada del metro. Se colocó los cascos del Ipod y puso una de sus canciones favoritas, It Ends Tonight, de The All-American Rejects. A ritmo constante y con sus gráciles movimientos Nea giró a la derecha por un callejón un poco oscuro aunque no del todo vacío de transeúntes. 


De repente notó como una mano férrea la agarraba del brazo y tiraba de ella hacia la oscuridad. No le dio tiempo a reaccionar. Cuando se quiso dar cuenta, estaba inmovilizada contra la pared y la cara de Rick estaba a muy pocos centímetros de la suya.


   -No vas a ser la chica que me diga que no, Nea, tenlo claro.
   -Rick me estás haciendo daño. - Comenzaba hiperventilar.
   -Cállate.
   -Suéltame.


A partir de entonces Rick no volvió a mediar palabra. Su mano fue a parar debajo del vestido de Nea mientras que con la otra tapaba su boca para evitar que chillara. Y todo aquello fue a más. Aquello que Nea no se podía creer. Se revolvía intentando evitar por todos los medio que no pasara, que todo fuera una pesadilla, pero sus ojos estaban nublados por las lágrimas y los gritos se ahogaban en su garganta. Era real y le estaba pasando. Cuando acabó Rick se separó de ella y le dio un tortazo. Después se alejó de allí, dejándola sola entre las sombras. En ese momento Nea recordó que Parker la estaría esperando. Se puso en pie como pudo, se recompuso la ropa, recogió sus pertenencias del suelo y se dirigió a lo parada. Entró y justo cuando llegaba al andén, el tren aparecía por el estrecho túnel. Se subió e intentó pensar en otra cosa. Su aspecto en el reflejo de los cristales no era del todo horrible. Sólo se notaban en sus mejillas los rosados surcos de las lágrimas. Bajó la cabeza y se frotó los ojos, esperando así, hacer desaparecer los restos más evidentes de lo sucedido. Por nada del mundo quería que Parker fuera partícipe de aquel horror. Nea no sabía qué iba a hacer. Sólo sabía que no iría al colegio al día siguiente. 


Parker se dio cuenta de que algo andaba mal con Nea pero cuando le preguntó, ella respondió que había tenido un día horrible y le dolía muchísimo la cabeza. No era del todo mentira, sus sienes iban a explotar, pero, aún así el pequeño no se quedó muy convencido. Al llegar a casa, Nea intentó hacer parecer que todo iba como siempre. Echó un vistazo al correo y le preparó algo de comer a Parker. Mientras comía embobado con los dibujos animados, ella entró en el cuarto de baño, se quitó la ropa y se sorprendió al ver su torso desnudo. A la altura de las caderas había arañazos y en la parte baja de la espalda un gran moretón. Pensó que sería por la pared sobre la que había estado apoyada cuando todo ocurrió. Se sentía absorta y fuera de sí. No se encontraba a sí misma. Se dio un largo baño intentando asimilar lo ocurrido. Pensó en que no había manera más horrible de perder la virginidad. A los 16. Ella siempre había soñado con encontrar a alguien. Una persona que la hiciera sentir especial.


Y aquello no era ni por asomo lo que había imaginado.